Cada persona puede desarrollar, a lo largo de la vida, sensibilidad a diferentes alimentos por muchos motivos. Si ese alimento se consume de forma regular. La persona no suele darse cuenta de los efectos que tiene en su organismo, por ser cotidianos, “normales”, pudiendo provocar problemas que habitualmente no se es capaz de relacionar con ese alimento en concreto.
Dependiendo de la actividad física y mental, el metabolismo, la complexión, zona en la que viva, época del año, etc. se requiere una alimentación distinta, no sólo en la cantidad de calorías, sino en el tipo de alimentos, forma de cocinado y mezcla.
Cada día aparecen nuevas dietas “maravillosas” y “definitivas”, que sirven para un grupo de personas con unas condiciones específicas, pero cada individuo tiene unas características y circunstancias determinadas que pueden marcar la diferencia.
Lo que fue bueno en un momento de la vida no tiene por qué serlo en otro.
El chequeo y regulación mediante biorresonancia permite descubrir y reducir la sensibilidad alimenticia de cada uno. Gracias a esto, la persona recupera su tolerancia a ciertos alimentos, aprende qué alimentos le sientan mal y la alimentación más adecuada para su caso.